Informante: Juana López Localización: Peal de Becerro |
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Es, junto con algún otro, paradigma de los llamados romances de ciego o de cordel. De todos es conocida la importancia de los ciegos como transmisores de romances impresos en pliegos que exponían sujetos a una cuerda (de ahí proviene el término de «cordel») así como generadores de variantes, que luego pasarían a la tradición oral, poniendo al gusto de la época las situaciones y personajes de antiguos romances épicos o caballerescos o bien aportando nuevos ejemplares al corpus romanticístico, encargando a poetas poco conocidos (a veces no tan poco) la elaboración de romances sobre sucesos y situaciones con previsible impacto popular ocurridas recientemente.
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Sagrada Virgen del Carmen,
dame fuerzas y poderes para explicar el milagro que has hecho con tus deberes. Eran dos hermanos huérfanos criados en Barcelona. El niño se llama Enrique, la niña se llama Lola. El Enrique se marchó, se marchó «pa’el» extranjero; navegando por los mares se hizo un grande caballero. Disfruta de lo que quiere, disfruta de su mejora, tiene todos sus regalos sin acordarse de Lola. Mientras que la Lola llora noche y día por su hermano, a la Virgen del Rosarrio, le reza por encontrarlo. Se ha acercado un caballero para casarse con Lola, Lola acepta el casamiento sólo por no hallarse sola. Estando un día comiendo le dice Lola al marido, vámonos para La Habana, tengo un hermano perdido. Tengo un hermano perdido y allí me han dicho que para. Lola, tu gusto es el mío, vámonos para La Habana. Buscaron embarcaciones y a La Habana se marcharon buscaron habitaciones en la calle de Margallo. Andaron calles y plazas sin conseguir encontrarlo, a poco tiempo, la Lola, su marido cayó malo. Su marido cayó malo de las fiebres amarillas |
y al poco tiempo la Lola
quedó en el mundo solita. Quedó en el mundo solita y ya se ha visto obligada a pedir una limosna que se encuentra desmallada. Se ha acercado un caballero a pedirle una limosna. El caballero le dice con sentimiento: «perdona». De que el caballero vio a aquella joven llorar, se ha echao mano al bolsillo siete pesetas le da. —Es usted una bella rosa, es usted un bello clavel, esta noche va por casa que allí la socorreré. La Lola fue por su casa y el caballero la vio, la ha cogido de la mano, la metió en su habitación, le pidió cosa imposible y ella le dijo que no. — Primero pierdo la vida antes de manchar mi honor; el caballero con ira con un puñal en el pecho primero pierde la vida si no lograra mi intento. — Si estuviera aquí mi Enrique, el Enrique de mi alma, sacaría la defensa por la pobre de su hermana. — ¿Es que usted se llama Lola? — Lola me llamo, señor. — Mátame, hermana mía, que he sido tu inquisidor. Allí fueron los abrazos de los hermanos queridos, allí fueron los abrazos y allí fueron conocidos. |
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