Informante: Anónimo
Localización: Jódar
Música: Jesús Barroso Torres


En el libro del profesor Mozas Mesa «Jaén legendario y tradicional» se recogen unos hechos que cabalgan entre la historia y la leyenda, teniendo a Jódar como escenario, el amor como motor y la alta política como desencadenante de la trama.
Durante el reinado de Enrique II de Castilla, llamado El Doliente, una de las empresas que acometió fue el establecimiento de relaciones diplomáticas con el legendario soberano tártaro Tamerlán, rey de Persia y emperador del Mogol, así como con el sultán Bayaceto.
De la segunda embajada que intercambiaron se tiene noticia, escrita por uno de sus embajadores Ruí González de Clavijo, en la que narra las fiestas con que se les agasajó, las peculiares costumbres de aquellos pueblos, así como hechos «maravillosos», tales como el prodigioso anillo del Gran Tamerlán, que mudaba de color si en presencia de su dueño se decía mentira alguna.
La primera embajada, integrada por Payo Gómez de Sotomayor y Hernán Sánchez de Pazuelos, encontró al soberano en Anatolia y en agradecimiento comisionó a varios de sus cortesanos para que a su vez visitasen al rey de Castilla acompañados de ricos presentes entre los que se encontraban dos bellas esclavas que resultaron ser princesas, sobrinas de Segismundo, monarca de Austria, Hungría y Bohemia, las cuales, por avatares de la guerra habían dado en caer en condición tan penosa.
Angelina y María de Grecia, que así se llamaban las princesas liberadas por la embajada castellana, viajaron con ésta por el Mediterráneo hasta llegar por el Guadalquivir hasta Sevilla, desde donde reemprendieron viaje a la Corte por tierra, llegando tras varias jornadas, al castillo de Jódar, del que era señor Luis Méndez de Sotomayor, pariente de uno de los embajadores.
Fue aquí donde el noble Payo Gómez de Sotomayor confesó su amor a María de Grecia, conservándose como único testimonio estos cuatro versos en los que se resume toda la leyenda.

 

En la fontana de Xódar

En la fontana de Xódar
vi la niña de ojos bellos,
e finqué ferido de ellos
sin tener de vida una hora.

Ver Partitura