Informante: Bartolomé Gasco de la Torre
Localización: Albanchez de Mágina

Al estudiar determinadas manifestaciones de la cultura tradicional nos encontramos con el hecho de que estos fenómenos pueden abarcar el terreno de varias y muy diversas disciplinas. Precisamente es esto lo que sucede en numerosas ocasiones con coplas y romances tradicionales, en los que se mezclan diversas concepciones, estilos y perspectivas, dando lugar a originales productos que, eso sí, son de frecuente aparición en nuestros pueblos.

La imbricación entre la religión –la religiosidad popular– y el folklore es un hecho extraordinariamente frecuente; las oraciones, las plegarias y determinadas fórmulas petitorias que podemos considerar plenamente populares son, y han sido, utilizadas e injertadas no sólo en la literatura religiosa, sino también aplicadas a manifestaciones completamente diferentes. Precisamente este es el caso que nos ocupa, una variante a la que podíamos considerar como de tercera generación:

  • Los diez mandamientos «ortodoxos».
  • Oraciones en verso, aun con pleno sentido religioso, como es el caso de estos diez mandamientos que se recogen en Galicia.
Los mandamientos son diez,
las palabras son ejemplo,
que los ha dejado Dios
para gloria de sus tiempos.
La primera de estas rosas
es un hermoso jardín,
amar a Dios hasta el fin
y sobre todas las cosas.
La segunda de estas rosas
se refiere a un palo amargo;
también se refiere a ti,
que no te jures en vano.
La tercera de estas rosas
es la flor de la violeta
perfumada y escogida
de santificar las fiestas.
En el cuarto te daré
un hilo con que te cuadre,
en ausencia y presencia,
honra a tu padre y a tu madre.
La flor del «hérico» pongo
aquí en el quinto lugar,
que no mates a ninguno;
sólo es para Dios matar.
Clavel con cuyas flaquezas
pongo en el sexto lugar;
que te apartes de los vicios
y vivas en castidad.
En el séptimo te doy
la flor de la maravilla,
que no hurtes nada a nadie
que se te arriesga la vida.
En el octavo te doy la flor
que llaman de anís,
que no digas mal a nadie
ni procures el mentir.
En el noveno te doy
la flor de la aceituna,
que no desees para ti
mujer que no sea tuya.
En el décimo te doy
la flor de la azucena,
que no desees para ti
los bienes y hacienda ajena.
Aquí concluyen las rosas
de los mandamientos diez,
y echemos la despedida,
al glorioso San Andrés;
echemos la despedida,
la que echó Cristo en Belén;
Dios que nos juntó aquí,
nos junte en el cielo. Amén.
  • Utilización de los diez mandamientos como excusa de canción de ronda, en la cual se van enumerando todas y cada una de las transgresiones de la norma religiosa para de este modo cumplir lo que ha venido en llamarse «los mandamientos del amor». Una lectura más profunda de éste y otros temas de nuestro folklore (presentes en ésta y otras grabaciones del grupo Andaraje) tales como «Las doce palabras retorneadas», «Los Sacramentos», «El Reloj», y los mismos «Diez Mandamientos», nos van a hacer reparar en otro fenómeno muy frecuente en el folklore de muchas naciones y, cómo no, del nuestro: asignar una significación mágico-simbólica al número y sus representaciones, en unos casos de manera explícita y en otros por la enumeración consecutiva de cada una de las partes y su posterior explicación.
Los Diez Mandamientos
–Los diez mandamientos santos
vengo a cantarte, paloma,
por ver si te daré gusto
y me tienes en memoria.
–En el primer mandamiento
la primera cosa es amar,
te tengo en el pensamiento
y no te puedo olvidar.
–El segundo yo he jurado
más de dos mil juramentos
que tú me diste a mí
palabras de casamiento.
–En el tercero, en la misa
nunca estoy con devoción,
sólo de pensar en ti,
prenda de mi corazón.
–En el cuarto yo falté
a mis padres el respeto,
sólo por hablar contigo
dos palabras de secreto.
–En el quinto no matar,
a nadie no he muerto yo,
yo soy el muerto, señora,
y usted la que me mató.
–El sexto no cometer
actos impuros con nadie,
para ti yo me reservo,
procura no defraudarme.
–En el séptimo no hurtar,
yo no hurto cosa a nadie,
sólo hurtaría una niña,
si me la dieran sus padres.
–Octavo no levantar
falso testimonio a nadie,
sólo a mí me lo levanta
una niña de esta calle.
–Noveno no desear
ninguna, mujer ajena,
sólo yo me la deseo
para casarme con ella.
–Décimo no codiciar,
yo no vivo codiciando,
que sólo lo que codicio
es un matrimonio santo.

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