Informante: Juana López
Localización: Peal de Becerro


Es, junto con algún otro, paradigma de los llamados romances de ciego o de cordel. De todos es conocida la importancia de los ciegos como transmisores de romances impresos en pliegos que exponían sujetos a una cuerda (de ahí proviene el término de «cordel») así como generadores de variantes, que luego pasarían a la tradición oral, poniendo al gusto de la época las situaciones y personajes de antiguos romances épicos o caballerescos o bien aportando nuevos ejemplares al corpus romanticístico, encargando a poetas poco conocidos (a veces no tan poco) la elaboración de romances sobre sucesos y situaciones con previsible impacto popular ocurridas recientemente.
Todo éste entramado fue en realidad menos espontáneo y más reglado de lo que podríamos pensar a primer vista, los ciegos constituyeron una hermandad que funcionaba como un auténtico sindicato que ejercía en la práctica un monopolio con férreo control sobre sus derechos como únicos autorizados a la impresión para su posterior venta de los pliegos con el amparo de la ley.
Contiene esta versión, como decíamos, todos los elementos indentificadores de los romances de ciego: la invocación inicial a divinidad para poder narrar con éxito la historia; la historia ejemplarizante que se narra, la truculencia de las situaciones, predominio de las partes narrativas sobre las dialogadas y, también, la enorme difusión del texto con una práctica ausencia de variantes, tanto literarias como musicales por muy distantes que consideremos los ejemplos entre sí.
Nos encontramos ante una melodía casi virgen, donde la estilística de melopea típica de los vendedores de romances de cordel ha sido apenas rozada por el paso del tiempo y milagrosamente conservada en la transmisión boca a boca de varias generaciones.

Los dos hermanos huérfanos
Sagrada Virgen del Carmen,
dame fuerzas y poderes
para explicar el milagro
que has hecho con tus deberes.
Eran dos hermanos huérfanos
criados en Barcelona.
El niño se llama Enrique,
la niña se llama Lola.
El Enrique se marchó,
se marchó «pa’el» extranjero;
navegando por los mares
se hizo un grande caballero.
Disfruta de lo que quiere,
disfruta de su mejora,
tiene todos sus regalos
sin acordarse de Lola.
Mientras que la Lola llora
noche y día por su hermano,
a la Virgen del Rosarrio,
le reza por encontrarlo.
Se ha acercado un caballero
para casarse con Lola,
Lola acepta el casamiento
sólo por no hallarse sola.
Estando un día comiendo
le dice Lola al marido,
vámonos para La Habana,
tengo un hermano perdido.
Tengo un hermano perdido
y allí me han dicho que para.
Lola, tu gusto es el mío,
vámonos para La Habana.
Buscaron embarcaciones
y a La Habana se marcharon
buscaron habitaciones
en la calle de Margallo.
Andaron calles y plazas
sin conseguir encontrarlo,
a poco tiempo, la Lola,
su marido cayó malo.
Su marido cayó malo
de las fiebres amarillas
y al poco tiempo la Lola
quedó en el mundo solita.
Quedó en el mundo solita
y ya se ha visto obligada
a pedir una limosna
que se encuentra desmallada.
Se ha acercado un caballero
a pedirle una limosna.
El caballero le dice
con sentimiento: «perdona».
De que el caballero vio
a aquella joven llorar,
se ha echao mano al bolsillo
siete pesetas le da.
—Es usted una bella rosa,
es usted un bello clavel,
esta noche va por casa
que allí la socorreré.
La Lola fue por su casa
y el caballero la vio,
la ha cogido de la mano,
la metió en su habitación,
le pidió cosa imposible
y ella le dijo que no.
— Primero pierdo la vida
antes de manchar mi honor;
el caballero con ira
con un puñal en el pecho
primero pierde la vida
si no lograra mi intento.
— Si estuviera aquí mi Enrique,
el Enrique de mi alma,
sacaría la defensa
por la pobre de su hermana.
— ¿Es que usted se llama Lola?
— Lola me llamo, señor.
— Mátame, hermana mía,
que he sido tu inquisidor.
Allí fueron los abrazos
de los hermanos queridos,
allí fueron los abrazos
y allí fueron conocidos.

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