Informante: Isabel Rodríguez Nieto
Localización: Burunchel


Es el fandango unas de las danzas cantadas españolas más difundidas, aceptadas y con la que más facilidad se nos identifica, lo que ha determinado la existencia de numerosas variantes locales que no difieren entre sí más que en alguna variación de la armonía del acompañamiento y la tonalidad.
Su origen, como en otras muchas danzas, es bastante incierto, aunque por los datos que poseemos sabemos que ya debía existir a finales del siglo XVII y principios del XVIII: se le menciona en el entremés «El novio de la aldeana» (Anónimo. Principios del siglo XVIII) y de él también nos da noticias escritas (el latín, por cierto) el deán del Cabildo de Alicante en el año 1712.
Sobre su primitivo origen las opiniones son bastantes dispares: desde quien lo interpreta como traído por aquéllos que retornaban del Nuevo Mundo, hasta quienes abogan por su origen lacio o árabe. Lo cierto es que el sonido peculiar de las formas más primitivas de fandango, los verdiales, recuerda sobremanera ciertos pasajes de nubas andalusíes.
Se canta a tres tiempos y ritmo bastante vivo, encontrando en él dos partes bien diferenciadas: las variaciones (introducción instrumental de varias frases musicales desarrolladas en la escala andaluza y que finaliza con uno o varios acordes), y la copla, que es la parte cantable y utiliza el soporte literario de la quintilla (recordemos los trovos alpujarreños) o, lo que es más frecuente, la cuarteta octosílaba, desarrollando seis frases musicales en el siguiente orden:2º o 1er verso/1er verso/2º verso/3er verso/4º verso/1er verso.
La difusión del fandango por toda nuestra Península y Archipiélagos es paradigmática; y durante la primera mitad del siglo XIX adquirió popularidad en pueblos de la región norte de Lérida, donde los bailaores se acompañaban de castañuelas de boj que ellos mismos fabricaban, así como en Castellón o Alicante.
Galicia, País Vasco, Castilla, León, Aragón.., también adaptaron el fandango, aunque hay que reconocer que en toda la cornisa del norte peninsular, aparte del nombre, pocos elementos comunes posee con el fandango original.
Lógicamente, es el fandango andaluz el que más variantes geográficas y arraigo popular tiene, con un colorido melódico excepcional en la mayoría de los casos; malagueñas, rondeñas, granaínas, verdiales, robaos, etc., dan buena prueba de lo dicho.
Su alto grado de identificación con «lo español» ha hecho que numerosos compositores de música sinfónica lo hayan introducido en sus obras. Así Gluck, en su ballet «Don Juan» (1761), y Mozart, en «Las bodas de Fígaro» (1786), emplearon, modificándola, una melodía conocida entonces en Viena bajo el título de «Fandango». A. Adam incluyó en su ópera bufa «Le Toreador» (1849) un fandango de fantasía, y «El capricho español» (1887) de Rimbsky Korsakov termina con un fandango.
En Burunchel lo continúan bailando al menor pretexto. 
Fandango de Burunchel
Quédate con Dios ventana
y el ama que te cierra
que si se acuerda de mí
como yo me acuerdo de ella.
Mi madre me pega palos
porque quiero a un albañil
y al son de los palos digo:
cuándo lo veré venir.
Por el puerto sale el sol
y por el cerro la luna,
y en llegando a Burunchel
como mi madre ninguna.
Tienes unos ojos nena
que parecen dos ladrones,
el izquierdo quita penas
y el derecho corazones.
Echemos la despedía
por el ojo de la llave
quédate con Dios muchacha
hasta el domingo por la tarde.

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